Práctica social es un término paraguas que se refiere a los proyectos que entretejen estrategias del arte y el activismo a través de dispositivos de visibilización, enunciación y agencia para transformar contextos, comunidades y problemáticas específicas. 

Los dispositivos son distintos para cada proyecto y pueden entrañar diferentes etapas, tanto con las personas y comunidades involucradas como con el público general, y recurrir a un abanico de actividades como talleres, encuentros, performances y exposiciones. Los trabajos de esta naturaleza se suelen extender a lo largo de varios meses e incluso años, y se centran en los procesos que originan y no en una obra o resultado final.

Desde los años setenta, la práctica social feminista ha sido indispensable para las agendas transfeministas a nivel mundial.